viernes, 4 de noviembre de 2011

De compras.


Nada más entrar encontramos a mis amigas, Isabel, Cristina, Yalimar y Luna, agrupadas en una parte de la entrada del centro comercial y justo enfrente estaban sus amigos o “colegas”, como los solía llamar, con los que había quedado para ir a la bolera.  Creo recordar que sus nombres eran Jorge, Cristopher y Miguel.
Los dos grupos fueron acercándose hacia el centro de la entrada del centro comercial conforme nos adentrábamos en ella, hasta de llegar todos al mismo punto de la entrada, casi en el centro de esta. Saludé a cada una de mis amigas con un beso en la mejilla y un abrazo, mientras Marcos  hacía lo propio con sus amigos chocando sus manos, a la vez que las agarraban, y se daban un leve golpe en la espalda con la mano que quedaba libre.
Sus amigos decidieron poner rumbo hacia el salón de juegos, pero Marcos insistió en que esperasen un poco para despedirse de mí. Cogidos de la mano, nos alejamos un poco de ellos y ya a una distancia más o menos considerable nos paramos. Acerqué una mano a su cara para acariciarla con delicadeza. Me miró con ternura, a la vez que sus ojos brillaban como si fuesen dos zafiros de un precioso color verdoso.
- ¿Cielo, estás ahí? - preguntó moviendo la mano delante de mi cara, intentandoatraer mi atención.
- Ehh… sí - dije un tanto confusa bajando la mirada. Debió de haberme dicho algo, pero no me percaté de eso, ya que me quedé absorta mirando sus hipnotizantes ojos -. Perdona, ¿qué me habías dicho?
- Parecías estar en trance - noté un ligero tono de diversión en su voz, como si reprimiese una carcajada.
- Es que… tu mirada me hipnotiza - reconocí avergonzada.
Frunció el ceño, un tanto sorprendido por mi comentario, para luego sonreír abiertamente.
- El caso es que… aún no te había dicho nada - dijo y me atrajo hacia él, mientras jugaba con uno de mis rizados mechones de pelo-. Voy a extrañarte - su mirada parecía un tanto triste.
- Marcos - reproché -, vamos a estar en el mismo lugar - intenté contener una pequeña carcajada, pero mi esfuerzo fue en vano.
- No me importa, el caso es que no vas a estar conmigo - acarició mi labio inferior con los suyos, haciendo que pocos instantes después me abalanzara sobre sus labios un tanto desenfrenada.
Me pareció notar que sonreía ante tal acto de mi parte. Estábamos tan concentrados el uno en el otro, que incluso llegué a olvidar en lugar en el que estaba, hasta que mi falta de oxígeno hizo que rompiese el beso. Lo abracé, aún con la respiración agitada, intentando acompasarla poco a poco, mientras recostaba la cabeza en su hombro e inhalaba su exquisito aroma, que tanto me aturdía.
Entonces me di cuenta de que la gente que pasaba a nuestro lado nos miraba sorprendida. Supongo que era porque es extraño ver a dos jóvenes de nuestra edad besarse con tal efusividad, si podía denominarse así la manera en que lo hacíamos.
Me aferré más a él, intentando esconder mi rostro ante aquellas miradas curiosas.
Alguien carraspeó, considerablemente, muy cerca de nosotros, haciendo que nos separásemos abruptamente. Se trataba de Cristopher, que reía por la forma en que nos afectó su aviso.
- Esto… oye tío - comenzó a decir mirando a Marcos -, creo que deberíamos ir ya a la bolera - se notaba que se encontraba incómodo con mis amigas, en especial con una.
Él asintió y pasó un brazo por mis hombros mientras nos encaminábamos hacia el grupo que minutos atrás habíamos abandonado. Sus amigos, un tanto impacientes, comenzaron a caminar en dirección de la bolera. Marcos avisó que en unos segundos los alcanzaba.
- Cielo, siento separarme de ti, pero si ocurre algo… ya sabes dónde estoy - su tono de voz sonaba autoritario, pero eso me gustaba de él, porque demostraba lo mucho que me quería y lo protector que era conmigo siempre.
- Si, tú tranquilo, sé cómo cuidarme - rocé mis labios con los suyos, en un corto beso de despedida -. Ahora ve y diviértete un rato - dije sonriendo.
- Te quiero - susurró en mi oído antes de emprender la marcha hacia sus amigos. Cuando los alcanzó, se giró hacia mí y yo lancé un beso al aire en su dirección, que fingió alcanzar con la mano mientras sonreía y se llevaba esta hacia su pecho, justo en la altura de su corazón.
Mis amigas me miraban con ternura y a la vez con un poco de celos, por ver cómo demostrábamos nuestro amor con tanta facilidad ante la presencia de otras personas. Entonces nos dirigimos hacia la primera tienda.
Después de estar aproximadamente unas cuatro horas probándonos ropa y zapatos, terminamos agotadas y decidimos ir a tomar algo. Ya entrando en la cafetería, vi pasar cerca de nosotras a Marcos y empecé a llamarlo. Se acercó con sus amigos, y fuimos todos juntos a la cafetería.
- ¿Me has echado de menos? - dijo abrazándome por la cintura.
- Emm… no mucho la verdad - mentí, rodeando con un brazo su espalda.
- Pues yo sí - me dio un beso en la comisura de mis labios -, y mucho - me apretó más a él -. Y bueno… ¿qué te has comprado? - preguntó curioso mientras nos sentábamos en las sillas metálicas.
- No te lo pienso decir - dije tajante.
- Anda, al menos solo una - dijo mirándome fijamente a los ojos, ya que conocía la manera en que afectaban. Giré mi cara, ignorándolo, hasta que sentí el suave roce de sus labios pasar desde mi cuello hasta mi hombro.
- Para - musité -, p…por favor - estaba empezando a caer en su trampa, pero le seguí el juego y me volteé para besarlo.
- ¿Me lo dirás ahora? - preguntó aún tan cerca de mí, que su aliento me empezaba a aturdir.
- No - dije irguiéndome en el respaldo de la silla.
Entonces giró un poco la silla, dándome la espalda.
- Oye, mi ángel - dije abrazándolo por atrás -, es que quiero que sea una sorpresa.
- ¿Ah, si? - giró su cara hacia mí, encarando una ceja y con un tono pícaro en su mirada.
Me limité a asentir, entonces volvió a su anterior posición y yo me acurruqué en su torso, aspirando su maravilloso olor. Empezó a darme besos en la nuca. Levanté la cabeza y le dí un beso en los labios, que tuve que detener al sentir  las miradas de nuestros acompañantes. A los pocos minutos vino un camarero y pedimos lo que queríamos tomar.
- ¿Qué tal os ha ido en la bolera? - pregunté a Marcos después de que el camarero trajese nuestro pedido.
- Humm… bien - dijo tomando un sorbo de su bebida -. Aunque te he extrañado - me miró sonriendo.
- Que raro - dije sarcástica -. Pero debo reconocer que yo también - sonreí cogiendo su mano.
Terminamos en la cafetería y nos dispusimos a marcharnos, entonces caí en la cuenta de que no podía llevar las bolsas de mis compras.
- Esto… Luna, ¿tu hermano venía a recogeros, verdad? - pregunté mientras caminábamos hacia la entrada.
- Emm… sí, ¿por qué? - me miró un tanto confusa.
- Es que Marcos y yo vinimos en moto y… - no pude terminar la frase.
- Ah, es verdad. No te preocupes, yo me encargo de tus bolsas - sonrió -. Mañana pasaré por tu casa a dejarlas.
- Gracias - la abracé, ya que habíamos llegado a la entrada hace un rato y su hermano esperaba con el coche en marcha, situado enfrente de la entrada. Fui tras ellas, ya que todas se iban juntas, y metí mis bolsas junto a las suyas en el maletero.
Me despedí de ellas con la mano mientras el coche avanzaba, alejándose de dónde estaba.

jueves, 11 de agosto de 2011

Como si fuese ayer...


Me encontraba en mi habitación, leyendo un libro, mientras esperaba a que Marcos, mi novio, viniese a por mí para ir al centro comercial. Allí había quedado con Yalimar, Isabel, Luna y Cristina, mis mejores amigas, para pasar la tarde juntas y comprar algo para nuestro viaje de fin de curso.
Ese será nuestro  último viaje de secundaria, pues estamos en 4ª de la E.S.O., e iremos a la maravillosa ciudad de Roma, en Italia, aunque no solo visitaríamos esa ciudad en las dos semanas que estaremos de viaje.
  Toc, toc, toc.
- Adelante - miré hacia la puerta.
- Marcos acaba de llegar y te espera abajo - dijo mamá asomándose por la puerta.
Nada más saber que ya había llegado, los nervios se apoderaron de mí y dejé torpemente el libro que leía encima del escritorio.
- Oh, pues… - me asomé a la ventana de mí habitación y él, al verme, me saludó sonriente, a lo que yo respondí con una sonrisa nerviosa - dile que ya voy - me puse mi cazadora de cuero negra y cogí mi bolso.
Estuve a nada de caerme bajando las escaleras, cosa muy casual en mí, si le añades lo patosa que soy, a todos los nervios que tenía.
En ese corto tiempo, mi madre ya había llegado al salón, me despedí de ella y, antes de abrir la puerta y salir, me miré por última vez en el espejo del recibidor. Entonces, cuando consideré que me encontraba lista para salir, abrí la puerta. Y allí estaba él, apoyado en la valla del jardín, su casco y el mío en el suelo, junto a sus pies, con su chaqueta de cuero, igual que la mía, que se ajustaba a su cuerpo, marcando sus músculos.
En cuanto me vio salir, empezó a andar hacia mí, mientras me dedicaba la mejor de sus sonrisas. Mi preferida.
- Hola princesa - me cogió de la cintura, a la vez que me acercaba más a él -. ¿Sabes que te he echado de menos?
- Yo a ti también - rodeé su cuello con mis brazos -. No soporto estar sin ti ni un minuto.
- Entonces no te separes de mí - me abrazó y levantó mi cuerpo unos centímetros del suelo, para después girar sobre sus pies -. Por cierto, estás preciosa - susurró en mi oído.
Ni un segundo me faltó para sonrojarme y, avergonzada, bajé la cara. Con una de sus manos, suavemente, levantó mi rostro y me besó. Y yo, con gusto, correspondí el beso.
En ese momento tuve la sensación de que alguien nos estaba mirando. Me volteé, y en efecto; mi madre estaba pegada como una ventosa a la ventana del salón, mirándonos muy atentamente.
Sabía que mi madre era cotilla, de pequeña siempre la tenía encima por si me pasaba algo, pero al menos podría dejarme respirar un momento con mi novio y no espiarme en todo momento.
Me giré bruscamente, molesta por el acto de mi madre, y perdí el equilibrio, haciendo que cayese al suelo. Menos mal que Marcos me sujetó por los codos, antes de que tocase el suelo, y me ayudó a levantarme.
- ¿Estás bien? - preguntó confuso por mi reacción.
- Vámonos ya - dije enfadada, mientras cogía mi casco y me lo ponía.
- Vale, lo que quieras - me imitó y subió en su moto.
Monté detrás de él en la moto y nos encaminamos hacia el centro comercial. En el trayecto miraba el precioso paisaje de la playa y como poco a poco iban poniendo las atracciones de la feria, mientras a mi mente llegó el recuerdo de un día importante para mí.
Lo recuerdo tan bien, que parece ayer el día en que nos conocimos, aunque de eso hace casi tres años…
Ese día había ido a la feria con unas amigas y con mi hermana pequeña, Pilar. Ella quería subir en una atracción, pero como era más pequeña de la edad que ponía, tenía que ir acompañada por alguien que tuviese la edad o fuese más mayor, por lo que me monté con ella.
Al bajar, cada una nos compramos un helado, ya que teníamos hambre. El mío era de chocolate con trocitos de galleta. Estaba riquísimo.
Mientras esperaba a que mis amigas y mi hermana se montasen en otra atracción y yo me terminaba el helado, alguien me tocó el hombro. Era un chico alto, con el pelo castaño y unos preciosos ojos verdes, al que sin querer, cuando me volteé, le manché de helado la camiseta.
- Oh, lo siento muchísimo - intentaba limpiarle la mancha con una servilleta de papel, pero lo único que conseguía era agrandar la mancha.
- Tranquila, no pasa nada. Además, la camiseta no me gustaba y así tengo una razón para tirarla de una vez por todas - sonreía mirándome -. Por cierto… ¿eres Leonor? - preguntó con curiosidad.
- Emm… sí. ¿Y… cómo sabes mi nombre? - dije sorprendida.
- Pues porque se te debió caer el móvil - lo sacó de un bolsillo de su pantalón -, y yo lo encontré.
Extendió su mano y me dio mi móvil.
- Que despistada soy. Muchísimas gracias - agradecida, lo cogí y lo guardé en mi bolso -. Y siento lo de tu camiseta.
- Te repito que no pasa nada. ¡Ah! Y soy Marcos - se acercó a mí y me besó en la mejilla.
- Encantada de conocerte - me sonrojé un poco al sentirlo tan cerca.
- Oye Leo, creo que deberíamos volver a casa - dijo Luna mientras sostenía en sus brazos a mi hermana, que dormía profundamente.
- Lo siento… debo irme - dije a Marcos.
- ¿Te volveré a ver? - preguntó cogiendo mi mano antes de que me marchase.
- Su… supongo que sí - respondí mirando nuestras manos -. Adiós - me soltó y caminé rápidamente hacia mis amigas, que se habían alejado un poco.
Al día siguiente, recibí una llamada al móvil de Marcos, al que no recordaba ni haber guardado su número ni tener una foto suya, en la que por cierto, salía muy guapo. Suponía que lo habría hecho él. Estaba en lo cierto, además, se había quedado con mi número.
Decía que era una chica muy guapa y que le encantaría conocerme mejor.
Esa misma tarde quedamos en la playa para dar un paseo y… poco tiempo después empezamos a salir. Hasta el día de hoy, seguimos muy felices juntos.
Ya habíamos llegado al centro comercial. Aparcó la moto, guardamos nuestros cascos y fuimos abrazados hacia la puerta.