jueves, 11 de agosto de 2011

Como si fuese ayer...


Me encontraba en mi habitación, leyendo un libro, mientras esperaba a que Marcos, mi novio, viniese a por mí para ir al centro comercial. Allí había quedado con Yalimar, Isabel, Luna y Cristina, mis mejores amigas, para pasar la tarde juntas y comprar algo para nuestro viaje de fin de curso.
Ese será nuestro  último viaje de secundaria, pues estamos en 4ª de la E.S.O., e iremos a la maravillosa ciudad de Roma, en Italia, aunque no solo visitaríamos esa ciudad en las dos semanas que estaremos de viaje.
  Toc, toc, toc.
- Adelante - miré hacia la puerta.
- Marcos acaba de llegar y te espera abajo - dijo mamá asomándose por la puerta.
Nada más saber que ya había llegado, los nervios se apoderaron de mí y dejé torpemente el libro que leía encima del escritorio.
- Oh, pues… - me asomé a la ventana de mí habitación y él, al verme, me saludó sonriente, a lo que yo respondí con una sonrisa nerviosa - dile que ya voy - me puse mi cazadora de cuero negra y cogí mi bolso.
Estuve a nada de caerme bajando las escaleras, cosa muy casual en mí, si le añades lo patosa que soy, a todos los nervios que tenía.
En ese corto tiempo, mi madre ya había llegado al salón, me despedí de ella y, antes de abrir la puerta y salir, me miré por última vez en el espejo del recibidor. Entonces, cuando consideré que me encontraba lista para salir, abrí la puerta. Y allí estaba él, apoyado en la valla del jardín, su casco y el mío en el suelo, junto a sus pies, con su chaqueta de cuero, igual que la mía, que se ajustaba a su cuerpo, marcando sus músculos.
En cuanto me vio salir, empezó a andar hacia mí, mientras me dedicaba la mejor de sus sonrisas. Mi preferida.
- Hola princesa - me cogió de la cintura, a la vez que me acercaba más a él -. ¿Sabes que te he echado de menos?
- Yo a ti también - rodeé su cuello con mis brazos -. No soporto estar sin ti ni un minuto.
- Entonces no te separes de mí - me abrazó y levantó mi cuerpo unos centímetros del suelo, para después girar sobre sus pies -. Por cierto, estás preciosa - susurró en mi oído.
Ni un segundo me faltó para sonrojarme y, avergonzada, bajé la cara. Con una de sus manos, suavemente, levantó mi rostro y me besó. Y yo, con gusto, correspondí el beso.
En ese momento tuve la sensación de que alguien nos estaba mirando. Me volteé, y en efecto; mi madre estaba pegada como una ventosa a la ventana del salón, mirándonos muy atentamente.
Sabía que mi madre era cotilla, de pequeña siempre la tenía encima por si me pasaba algo, pero al menos podría dejarme respirar un momento con mi novio y no espiarme en todo momento.
Me giré bruscamente, molesta por el acto de mi madre, y perdí el equilibrio, haciendo que cayese al suelo. Menos mal que Marcos me sujetó por los codos, antes de que tocase el suelo, y me ayudó a levantarme.
- ¿Estás bien? - preguntó confuso por mi reacción.
- Vámonos ya - dije enfadada, mientras cogía mi casco y me lo ponía.
- Vale, lo que quieras - me imitó y subió en su moto.
Monté detrás de él en la moto y nos encaminamos hacia el centro comercial. En el trayecto miraba el precioso paisaje de la playa y como poco a poco iban poniendo las atracciones de la feria, mientras a mi mente llegó el recuerdo de un día importante para mí.
Lo recuerdo tan bien, que parece ayer el día en que nos conocimos, aunque de eso hace casi tres años…
Ese día había ido a la feria con unas amigas y con mi hermana pequeña, Pilar. Ella quería subir en una atracción, pero como era más pequeña de la edad que ponía, tenía que ir acompañada por alguien que tuviese la edad o fuese más mayor, por lo que me monté con ella.
Al bajar, cada una nos compramos un helado, ya que teníamos hambre. El mío era de chocolate con trocitos de galleta. Estaba riquísimo.
Mientras esperaba a que mis amigas y mi hermana se montasen en otra atracción y yo me terminaba el helado, alguien me tocó el hombro. Era un chico alto, con el pelo castaño y unos preciosos ojos verdes, al que sin querer, cuando me volteé, le manché de helado la camiseta.
- Oh, lo siento muchísimo - intentaba limpiarle la mancha con una servilleta de papel, pero lo único que conseguía era agrandar la mancha.
- Tranquila, no pasa nada. Además, la camiseta no me gustaba y así tengo una razón para tirarla de una vez por todas - sonreía mirándome -. Por cierto… ¿eres Leonor? - preguntó con curiosidad.
- Emm… sí. ¿Y… cómo sabes mi nombre? - dije sorprendida.
- Pues porque se te debió caer el móvil - lo sacó de un bolsillo de su pantalón -, y yo lo encontré.
Extendió su mano y me dio mi móvil.
- Que despistada soy. Muchísimas gracias - agradecida, lo cogí y lo guardé en mi bolso -. Y siento lo de tu camiseta.
- Te repito que no pasa nada. ¡Ah! Y soy Marcos - se acercó a mí y me besó en la mejilla.
- Encantada de conocerte - me sonrojé un poco al sentirlo tan cerca.
- Oye Leo, creo que deberíamos volver a casa - dijo Luna mientras sostenía en sus brazos a mi hermana, que dormía profundamente.
- Lo siento… debo irme - dije a Marcos.
- ¿Te volveré a ver? - preguntó cogiendo mi mano antes de que me marchase.
- Su… supongo que sí - respondí mirando nuestras manos -. Adiós - me soltó y caminé rápidamente hacia mis amigas, que se habían alejado un poco.
Al día siguiente, recibí una llamada al móvil de Marcos, al que no recordaba ni haber guardado su número ni tener una foto suya, en la que por cierto, salía muy guapo. Suponía que lo habría hecho él. Estaba en lo cierto, además, se había quedado con mi número.
Decía que era una chica muy guapa y que le encantaría conocerme mejor.
Esa misma tarde quedamos en la playa para dar un paseo y… poco tiempo después empezamos a salir. Hasta el día de hoy, seguimos muy felices juntos.
Ya habíamos llegado al centro comercial. Aparcó la moto, guardamos nuestros cascos y fuimos abrazados hacia la puerta.

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